Anahata es el chakra cardíaco del amor incondicional. Un amor que se desarrolla en tu interior y que es capaz de sentir compasión y comprensión hacia todos los seres vivos, todos los momentos vividos, todas las circunstancias pasadas, presentes y futuras.
Cuando Anahata despierta, el amor incondicional y la compasión, como el de una madre por su hijo, se asienta en nosotros, siendo capaces de aceptar y comprender el sufrimiento ajeno; siendo capaces de aceptar y comprender el sufrimiento incluso de nuestros propios enemigos.
En Anahata, además, se encuentra la materia con el espíritu. Es el Chakra intermedio en el que lo espiritual comienza a manifestarse al mismo tiempo que lo material.
Características y Significado de Anahata
Anahata significa “indestructible”, «invulnerable», «intocable», pues según algunos textos, al igual que el corazón a lo largo de nuestra existencia no deja de latir, cuando Anahata despierta, el amor incondicional y la senda espiritual se arraiga en nosotros, siendo imposible que desaparezca.
Anahata se representa como una flor de loto de color verde, o rosa, o incluso azul, de doce pétalos y en cuyo centro se vislumbra su yantra dos triángulos superpuestos: uno con el vértice hacia abajo, representando lo material (a Shakti), y otro con el vértice hacia arriba, representando lo espiritual (a Shiva).
En su aspecto físico, conecta con las vértebras dorsales y la zona del esternón, por lo que podemos relacionarlo con nuestra caja torácica y los sistemas principales que se albergan en ella: los pulmones, actores principales del sistema respiratorio; el corazón, actor principal del sistema coronario, y ambos participantes del sistema circulatorio. Por lo que dolencias como el asma, bronquitis, enfermedades coronarias o circulatorias pueden indicarnos un desequilibrio en Anahata.
Anahata se relaciona con el elemento aire, que todo lo envuelve. Al igual que el amor, el aire se encuentra en todas partes, es capaz de penetrar todos los rincones. Somos capaces de llevar nuestro amor incondicional a todos los seres vivos. A transmitir nuestra luz hacia los demás.
En el plano espiritual, la ascensión hacia Anahata desde Manipura -que, como recordaremos, era el chakra relacionado con lo individual- nos abre las puertas a la senda espiritual. La materia pasa a relacionarse con el espíritu y a ser trascendida por este. En Manipura fuimos capaces de entrever la luz de nuestro ser, en Anahata, esa luz se expande hacia todos los seres. Somos capaces de ver la luz en los demás. Comienza la conexión con el todo.
Desequilibrios en el funcionamiento de Anahata
Si su funcionamiento es excesivo, un huracán de emociones incontrolables se apodera de nosotros. Cualquier cosa nos causa un desbordamiento emocional: sea amor, sea ira, sea tristeza, sea placer… Ante este desbordamiento, nuestro cuerpo se tensa, se debilita ante tal magnitud, y aparecen sentimientos como la ansiedad, la inquietud, el nerviosismo. Nos volvemos dependientes emocionales, posesivos, reclamamos el amor de las otras personas. Podemos mostrarnos como personas generosas, pero es una generosidad encubierta: esperamos siempre algo a cambio. Nuestra generosidad se basa en el reconocimiento de los demás.
Si su funcionamiento es deficitario, nos mostramos como personas incapaces de mostrar nuestros sentimientos, e incluso careciendo de ellos: no hay empatía, no hay comprensión, estamos a la defensiva constantemente y nos mostramos totalmente inaccesibles. Puedes amar en tu interior, pero eres incapaz de dar ese amor, del mismo modo, eres incapaz de permitir que otras personas te amen; pero también podemos mostrar una tendencia al masoquismo, pues la falta de procesar el amor, nuestro vacío interior, nos hace absorber el amor de los demás aun a riesgo de nuestra propia estima.
Cuando Anahata despierta, el amor incondicional, la compasión, la armonía, la paz y la ternura florece en nosotros. Somos capaces de dar amor, comprensión, ternura a todos los seres vivos, sin olvidarnos de nosotros mismos. Podemos incluso sentir compasión hacia las personas que vienen hacia nosotros con no buenas intenciones y aceptar su sufrimiento interior. Nos volvemos sensibles, pero no nos dejamos arrastrar por el huracán de las emociones, nos mantenemos ecuánimes. La naturaleza, las artes, cobran una nueva vida, disfrutamos con cada creación. Nos volvemos solidarios, generosos, pero sin esperar nada a cambio –ni siquiera una palabra de agradecimiento- pues lo que hacemos, lo hacemos desde el corazón, y nos es suficiente con saber que eso es bueno.
Las personas nos ven como alguien con capacidad de comprensión, con una luz interior que se desprende de nuestro pecho y que las atrae hacia ese estado de bienestar, paz y felicidad. El amor se crea en nosotros.
Trabajos para equilibrar Anahata
Toma de consciencia
En una postura cómoda y estable, con la espalda recta, el mentón recogido, y de manera que estemos cómodos, pero que no nos quedemos fácilmente dormidos, podemos con un dedo en el centro del pecho y otro dedo en la zona dorsal, a la misma altura, apretar durante unos minutos sintiendo la presión en la zona. Soltar y sentir la sensación de ambos puntos, que durará unos minutos más. Entre ambos puntos busca el punto medio, dentro de ti, y ahí ´lleva tu atención, mientras, mentalmente, repites el nombre de ese chakra: “Anahata”, “Anahata”, “Anahata”.
Canto del bijamantra
El bijamantra de Anahata es “YAM”. Sentándonos como en el punto anterior (postura cómoda y estable, espalda recta), llevando nuestra consciencia al lugar físico de Anahata, cantamos el bijamantra “YAM”, alargando la vocal y la M, tal que así “YAAAAAAAAAAMMMMMM”. En este caso, lo intentaríamos cantar bajo la nota musical “Fa”. También puedes hacerlo mentalmente.
Respiración en Anahata
Siguiendo las pautas anteriores para permanecer sentados, lo que haremos será inspirar y exhalar, visualizando un pequeño orificio situado en el centro del pecho, por el cual, al inspirar, el aire llega hasta la zona dorsal, y al exhalar, de la zona dorsal, hacia el centro del pecho.
Existen muchas más técnicas, como asanas, pranayamas, que podemos ir investigando, y de las que hablaremos más adelante.
Paseo por la naturaleza
Pasear por la naturaleza, sentir la hierba descalzos, escuchar el sonido de los pájaros, contemplar el verdor de las plantas, abrazar un árbol, practicar el veganismo… todo eso son acciones que nos pueden ayudar a despertar nuestro cuarto chakra.
Asanas para equilibrar Anahata
A continuación podemos ver algunas posturas que nos ayudan a equilibrar nuestro chakra cardíaco.
Vrksasana, la postura del Árbol
La postura del árbol nos ayuda a conectar con el cielo y con la tierra, y a través de ella simbolizamos ser árboles que se encuentran en los tres niveles de la existencia. Como Anahata, conectamos lo material con lo espiritual.
Anahatasana, la postura de Anahata
Anahatasana te ayuda a expandir tu corazón, liberándolo de obstáculos y emociones bloqueantes. Desde la postura de cuadrupedia, dirigimos los isquiones hacia el techo, estiramos los brazos hacia delante colocando las manos separadas a la anchura de los hombros. Inclinamos el tronco, alargando los costados y llevando el corazón hacia la tierra, mientras que unimos los omóplatos, para permitir que la piel del pecho se expanda. Si somos flexibles, podemos colocar la barbilla en la tierra. Podemos mantener varias respiraciones en esta posición.
Ustrasana: el camello
Esta postura nos ayuda a expandir nuestro corazón, permitiéndonos liberarnos de emociones bloqueadas y facilitándonos el poder expresarlas, por lo que es una postura ideal para cuando nuestro Anahata tiene un funcionamiento deficitario.
Parighasana, la puerta
Parighasana, la postura de la puerta nos permite abrir los costados del cuerpo, crear espacio en estas zonas nos ayuda a mejorar nuestra capacidad pulmonar y a ampliar la zona de nuestro corazón. De este modo, conseguiremos más espacio para expresar nuestras emociones.
Gomukhasana, la cabeza de la vaca
Esta hermosa postura, conocida como la postura del rostro de la vaca, nos permite conectar con nuestro corazón, mostrarlo de manera suave pero también segura, asentándonos en la tierra que nos infiere esa sensación de pertenencia, seguridad y abriendo con nuestros brazos hacia atrás nuestro plexo cardíaco.
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¡Namasté!