Algo que diferencia al Yoga y en concreto a los âsanas de un simple estiramiento es que a la hora de ejecutarlas implicamos cuerpo, mente y respiración. No solo se trata de llegar a algún sitio con tu mano, de profundizar en un estiramiento o en una torsión, sino que debes tener puestos todos tus sentidos para, de esa forma, encontrar el equilibro en tu cuerpo, mente y espíritu.

Cuando ejecutamos los diferentes tipos de posturas de yoga, no solo vale con imitar la figura del profesor o guía, debes sentir un proceso de interiorización. Debes observar tu respiración, observar cada parte del movimiento, observar qué está sucediendo en tu mente.

Como cuando escalamos una montaña, al iniciar la marcha, deberás ser plenamente consciente de cada paso que das, de dónde y cómo apoyas tu pie y tu mano, de qué manera una respiración tranquila, coordinada con el movimiento, te permite adquirir una mayor seguridad, un fuerte agarre; te permite un control mental.

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Al llegar, por fin a la cumbre, entonces te detienes para explorarla. Sientes tu cuerpo, respiras el aire puro, disfrutas de las sensaciones que te aporta estar ahí. Observas el camino que recorriste y dónde te encuentras ahora.

De igual modo, cuando llegamos a la fase estática del âsana, a la cumbre, ahí debemos explorar todas las sensaciones que se producen en nuestro cuerpo, debemos mantener la consciencia plena en cada parte de nuestro ser… A medida que llegar a la cumbre se convierte en menos fatigoso, podremos profundizar en nuestra respiración, en nuestro estado mental, en nuestra sensación energética.

Y  una vez que ya has explorado la cumbre y profundizado en ella, debemos bajar: es decir, deshacer el camino.

Nos parece lógico que si subimos una montaña, o trepamos un árbol, la vía fácil, de ninguna de las maneras, podrá ser dar un gran salto y acabar en el suelo, como si nada hubiera sucedido. Sin embargo, muchas veces, sin apenas ser consciente de ello, tendemos a deshacer el asana de una manera brusca, abrupta, poniendo en riesgo todo el trabajo realizado anteriormente, y, lo que es peor, arriesgándonos a sufrir alguna lesión.

El descenso, o el deshacer la postura, es tan importante como hacerla. Por eso debemos ser conscientes de cada paso que damos para bajar esa gran montaña. Ser consciente de la respiración, del movimiento del cuerpo, del estado mental.

En el Yoga, los âsanas son un aprendizaje. Nos enseñan y muestran muchos aspectos de nosotros mismos. A través de ella, iniciamos un proceso de meditación, de búsqueda interior, de autoconocimiento. Una gran diferencia, como veréis, respecto a un simple y llano estiramiento.

El âsana es algo vivo, con entidad propia. No existe un âsana modelo, un âsana perfecto. Todas son perfectas. Sean cuales sean tus limitaciones, tu âsana es perfecto.

¿Cómo entrar y cómo salir en una postura de Yoga?

Este es un tema en el que suelo hacer bastante hincapié durante mis clases. El entrar y salir de las posturas. La mayoría de las veces, estamos enfocados en cómo se hace determinada posición. Observamos bien a la persona que nos guía, o la imagen que estamos viendo e intentamos remedarla.

Y una vez hemos alcanzado la «cumbre» de la postura, nos toca deshacerla. Es aquí donde nuestros sentidos han de estar al 100%, ya que la mayoría de las lesiones de yoga ocurren justo en el momento en que deshacemos la postura y perdemos la conciencia de nuestras acciones.

Así, el aprendizaje está en ser conscientes del momento en que la posición culmina, como el momento en que comenzamos a soltar y deshacer la postura.

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