Hay ocasiones en las que todo está girando, todo rueda y tú estás ahí, dejándote arrastrar por el vendaval, por la tormenta, por las fluctuaciones: al igual que una hoja seca se deja llevar por el viento que sopla. Estás en la superficie, donde las tempestades te mueven de un lado a otro, con violencia, halando de cada centímetro de ti.

Estás en la superficie. Siempre estás en la superficie. La vida es un vaivén en la superficie: vienes, vas y te mareas, te mareas mucho. La vida te arrastra, las diferentes circunstancias te llevan de un lugar a otro, de un pensamiento a otro y pierdes el control: ahora corres hacia allí, luego hacia allá, después vuelves. Todo gira, todo se repite; todo sube y baja. Como en una noria infinita de la que no puedes bajar…

 

Detente.

Céntrate.

Dirígete al centro.

Contempla todo desde tu centro.

Permite que la calma llegue y que la paz se establezca

Conecta con tu centro: abandona la superficie y conecta con tu centro.

 

Naciste en tu centro, pero te han descentrado

A medida que vamos creciendo, haciéndonos mayores, y vamos integrándonos en la sociedad, tomando conciencia de que somos individuos que debemos cumplir una serie de normas y comportamientos sociales, comenzamos a abandonar nuestro centro.

Hoja perdida en el vientoLos niños, de manera natural, están centrados. Saben -de manera natural, insisto- que ellos son el principio y el fin de todo el universo que les rodea: todo acaba y empieza en ellos, por eso, cuando intentas que un niño de corta edad haga algo que tú consideras más adecuado (pero que él no), se enfada, se ofusca y patalea, porque lo sacas de su centro, de su deseo de que todo empiece y acabe en él.

Poco a poco te han ido alejando del centro, porque tenías que cumplir con determinadas conductas sociales. Pero no solo te sacaban del centro tus padres, también en la escuela comenzaron a alejarte de tu centro: te decían que debías estar estar atento a todo lo que te enseñaban, a sentarte de una manera determinada, a realizar determinadas actividades, a cumplir determinados objetivos, a elegir determinado camino, a divertirte en determinado momento… Y luego te incorporarás a la vida laboral y también tendrás que cumplir las expectativas de tus jefes, de tu trabajo, de tus clientes; luego pasarás a conocer a alguien, a tener hijos y aparecerán nuevas solicitudes, nuevos vaivenes de lo que quieres, lo que se exige de ti, lo que deseas, lo que realmente deseas, lo que has de cumplir…

Y todo ello deriva en problemas. Nadie está contento. Algo no es ni bueno ni malo. A veces es bueno, a veces es malo. Ya no sabes hacia dónde tirar, no sabes qué es lo que quieres realmente. No sabes nada de ti. Vas de un lado a otro, como la bolsa arrastrada por el viento. Has cumplido muchas expectativas, o vives con el sufrimiento de no haber cumplido con lo que se requería de ti… Pero tú, no tienes ni idea de hacia dónde dirigirte.

Y ahí comenzamos a descentrarnos.

Nuestra vida es como un gran torbellino

Vivimos atentos a lo que la sociedad y las personas exigen de nosotros. Desde nuestros seres más allegados hasta el señor desconocido con el que nunca me cruzaré, formando cada uno sus grupos sociales: la familia, el trabajo, la comunidad de vecinos, la ciudad, la región,el país…

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Todos, de repente, nos vemos en un constante tira y afloja con lo que queremos nosotros, lo que se espera de nosotros y lo que quieren los demás. A veces estos tres factores se contraponen entre sí; y un día quieres cambiar de trabajo (lo que yo quiero), pero sabes que no es posible porque debes asumir un riesgo y tú tienes los pies sobre la tierra (lo que se espera de nosotros), y, además, seguramente las personas con quienes convivo se opondrían (lo que quieren los demás).

Ahí empieza el torbellino. Un vaivén de sentimientos, deseos, anhelos, frustraciones, necesidades… que te llevan a una deriva constante. A moverte entre el placer y el dolor, el odio y el amor, la indiferencia, la culpa, el atrevimiento, la osadía… Porque, de repente, estás en la superficie, en ese punto en el que el viento sopla y te arrastra. Y tus deseos, tus voliciones, se convierten en tormentas que se desatan frente a los deseos y voliciones de los demás: de las personas cercanas, de las personas lejanas, de ti mismo…

Vives arrastrándote de un lugar a otro. Vives en la superficie de todo. Estás sobre el péndulo de las polaridades: unas veces oscilas hacia lo bueno, el placer, la alegría, la calma, el éxito, el amor… otras veces oscilas hacia lo malo, el dolor, la tristeza, la irascibilidad, el fracaso, el odio…

Mira la Tierra. ¿Dónde sopla el viento? En la superficie. Siempre en la superficie. El viento sopla en la superficie terrestre y todo lo arrastra, pero ¿qué sucedería si fuéramos hacia dentro? Nadie ha ido hacia dentro, pero -como cualquier centro- dentro seguramente todo sea silencio y calma. Puede que algo fluya, pero en el verdadero centro (ese punto más pequeño que un átomo) seguro que habrá silencio.

Ahora es el momento de volver al Centro

Tú has estado en la superficie todo este tiempo. Te has dejado arrastrar de un lado a otro, has sido como una hoja movida por el viento, has ido de aquí para allá. Te has vuelto loco, y ya es suficiente. Tienes que volver al centro.

Silencio interiorPara. Quédate quieto. Siéntate cómodamente. Respira y observa hacia dónde va tu inspiración y de dónde parte tu exhalación: hazlo profunda y pausadamente. Deja que tu propia respiración te enseñe hacia dónde tienes que dirigirte, cuál el centro de tu ser. Y entonces contempla: desde el centro contempla la existencia, tu existencia, desde ahí.

Todo lo demás se encuentra en la superficie. Tus deseos, tus recuerdos, tus experiencias, tus voliciones, tus aversiones, tus apegos… incluso tu mente, y tu propio cuerpo están en la superficie. Muchas personas y experiencias que creías que te habían tocado la fibra sensible, que habían calado en lo profundo de tu ser, de repente te das cuenta de que realmente estaban en la superficie.

Ve hacia el centro, porque es la única manera en la que podrás contemplar realmente lo verdaderamente importante de la vida y de la existencia. Es solo ahí donde podrás saber si esa persona que apareció en tu vida, realmente era tan importante como creías; es solo ahí donde podrás saber si esa decisión que tomaste y que ahora te pesa, realmente era tan importante como creías; es sólo ahí donde podrás saber si el camino que has elegido seguir es realmente el verdadero camino que debes tomar…

Es en tu centro donde puedes contemplarte en tu verdadera realidad, donde puedes saber quién eres, cuál es tu esencia. En el centro es el único lugar en el que puedes ver cuáles son tus máscaras y, así, despojarte de ellas.

Solo en el centro.

En tu centro.

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