Puede que cuando escuches o leas mencionar el Dharma y la definición seguida del mismo sea la de “aceptar el destino”, pienses que con dharma nos referimos a que debes conformarte con lo que te ha tocado vivir. En occidente cuando hablamos de dejar que la vida suceda tal y como sucede, siempre le damos una connotación negativa, pues nos enseñan que debemos hacer cosas, actuar, cambiar, estar siempre inconformes. Pero, en realidad, conformarse o no estar conformes solo nos paraliza. En este artículo vamos a aprender la diferencia que existe entre “conformarse” y “aceptar”, y cómo el Dharma nos invita a que aceptemos para encontrar así todas las oportunidades que la vida nos brinda.
¿Y tú? ¿Te conformas o aceptas?
¿Es “aceptar” conformarnos con lo que la vida nos da o nos quita? La respuesta es categóricamente un no. Conformarnos significa estancarnos, y en ningún caso el destino, tu dharma, te pide que te estanques: al revés, te pide que crezcas con aquello que tienes ahora.
Cuando te conformas con un hecho, un acontecimiento, una situación, lo que haces es pararte en seco, dejar de avanzar para, seguramente, lamentarte de la situación o bien quedarte ahí, cómodamente, pensando que es lo que mereces. Conformarse es algo bastante cómodo, la verdad. Cuando te conformas ya no tienes que hacer nada por seguir avanzando, es como sentarte en un sillón y verlas venir. Sin embargo, todo cambia cuando dejas de conformarte y empiezas a aceptar.
Por otro lado, aceptar significa que tienes una realidad, y que sea como fuere dicha realidad, negativa o positiva, la asumes como lo que sucede en ese momento y que por mucho que no quieras -o que quieras- es lo que existe en el momento presente.
Aceptar es abrir el prisma de tu mirada, y, sabiendo lo que te rodea y lo que eres, empezar a construir y buscar la mejor versión de ti mismo, las oportunidades que te brinda la vida, y crecer sin preocuparte más de tu mala suerte.
Ilustremos con un ejemplo
Imagina que tienes un trabajo en el que no te sientes a gusto, que no desarrolla toda tu potencialidad o que simplemente no te da el dinero suficiente para vivir holgadamente o como quisieras. Las cosas están mal, sí, y quizás pues te aferres a él porque no tienes más remedio. Así pues, empiezas a conformarte con dicho trabajo. “Bueno, está bien, podría estar en el paro, mejor esto que nada” es tu razonamiento. Y entonces te acomodas en él a pesar de que no te gusta, no te es grato, y que cada día ir al trabajo se convierte en algo muy tedioso de hacer. Pero te has conformado con lo que hay.
Y ahora imagina de nuevo que tienes ese mismo trabajo, que no te estás sintiendo a gusto, y que no desarrollas toda tu potencialidad o no te da el dinero suficiente para vivir holgadamente o como quisieras. Sin embargo, por las distintas circunstancias decides aceptar que la realidad ahora mismo es esa, y entonces, sabiendo que ese es tu trabajo y que por el momento no parece que vaya a variar, comienzas a cambiar el punto de vista hacia él. En ese momento te planteas que quizás puedas sacar partido a tu trabajo haciéndolo lo mejor posible, o buscando otras maneras de hacerlo un poco más ameno. A lo mejor puedes encontrar una vía para desarrollar tu potencialidad… o simplemente, si es un trabajo que no te requiere mucho esfuerzo, decides que vas a emplear tu tiempo en otra cosa que sí te permita crecer, pues tu trabajo no te supondrá un obstáculo. Quizás, incluso empiezas a moverte y a encontrar otras vías para obtener más dinero… O bien te das cuenta de que en realidad tus necesidades básicas están cubiertas y va siendo hora de preocuparse de otras necesidades (como las espirituales)…
En fin, que aceptar siempre te va a suponer un crecimiento, un aprendizaje. Cuando aceptas la realidad, lo malo y lo bueno pasan a ser algo transitorio, y tú comienzas a estar activo, a vivir conforme a dicha realidad, e incluso a ser partícipe de su cambio. Cuando te conformas, te sientas en el gran sillón de la indolencia.
Volviendo al Dharma: comprendiendo su significado
Traducir el término “dharma” es muy difícil, pues define muchísimas cosas y puntos de vista. El dharma es cumplir el deber, la ley, que nos ha sido asignada: tanto la terrenal como la espiritual. Pero también significa aceptar el destino y actuar conforme este va estipulando, siempre desde ese sentido del deber y de la honorabilidad.
Si observamos los primeros preceptos del Yoga: los Yama y los Niyama, vemos en ellos recogido todo lo que el dharma supone: sus leyes y su aceptación:
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Buscar el beneficio de todos los seres.
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Ser sinceros
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Ser honestos
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Controlar nuestras pasiones
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Ser humildes
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Ser higiénicos y aseados de cuerpo y de pensamiento.
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Ser disciplinados en nuestras prácticas.
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Estar contentos con lo que se tiene.
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Dedicar tiempo a conocernos en nuestro interior.
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Confiar en la voluntad divina.
De modo que lo que nos depara la vida sea visto como miles de oportunidades de acercarnos a nuestra verdadera realidad, de aprender acerca de nosotros mismos y de la propia existencia, y de fluir, al igual que la rueda que es el símbolo del dharma, con la vida para encontrar la mejor versión de nosotros mismos.