Esta semana nos hemos detenido en uno de los capítulos más importantes de la Ramayana y del cual podemos obtener grandes enseñanzas, como la importancia de una mente limpia, el no dejarnos influir por los pensamientos negativos de los demás, saber la importancia que tiene cumplir nuestras promesas y qué consecuencias puede traernos y, por sobre todo, aceptar la vida como un regalo constante, desvinculándonos de los placeres y las aversiones. Hablaremos del exilio de Rama y cómo se desarrolló todo.

La historia

Rama y Sita viven felices en Ayodhya junto a sus familiares y amigos. Las cosas parecen marchar de manera adecuada, por lo que el rey Dasaratha se plantea que va siendo hora de ceder el testigo a su bienamado hijo y abdicar la corona en él. Aun convencido de que es una buena decisión, consulta a su pueblo sus intenciones, y este le responde que desea cuanto antes tener como rey a Rama.

Así pues, Dasaratha comienzan los preparativos en la gran ciudad.

La sirvienta retorcida y la reina ingenua

Todos están pletóricos de felicidad, realizando sus tareas para engalanar el reino. Por su parte, Rama también participa realizando sus rituales de ayuno y preparándose, junto a Lakshmana (a quien le pide que se quede a su lado gobernando), para la coronación.

Pero, entre tanto revuelo, había una sirvienta que aún desconocía qué estaba sucediendo. Su nombre era Manthara y veía cómo las personas iban y venían alegremente sin entender qué pasaba; así que se acercó a la nodriza de Rama para preguntarle el por qué  de tanto alboroto. Ella, henchida de gozo, le explicó que estaban de celebración, pues al día siguiente iban a coronar a Rama como rey de Ayodhya. Estupefacta y sin perder un segundo, Manthara fue corriendo en busca de su reina, Kaikeyi, para contarle lo sucedido.

Cuando encontró a la hermosa Kaikeyi dormida la despertó precipitadamente y le explicó qué estaba sucediendo. Kaikeyi, que ya conocía la buena nueva, muy alegre le confirmó que todo el mundo se preparaba para que Rama fuese por fin coronado, y tanta era su felicidad que le extendió a su sirvienta una hermosa joya como regalo por tanta dicha.

Sin embargo, en un arrebato de frustración, Manthara arrojó a un lado la joya que Kaikeyi le había ofrecido y enfadada comenzó a decir:

-¡Tonta mujer! ¿Cómo puedes estar contenta? ¿No ves que te hundes ene el sufrimiento? Kausalya es la afortunada, es su hijo el que será investido como heredero mañana. Alcanzará la más alta felicidad y sus rivales serán destruidos. Serás su esclava, ¡te inclinarás ante ella a su antojo! Las mujeres de Rama reinarán mientras que tus nueras lamentarán la caída de Bharata.

Sorprendida y alarmada, Kaikeyi le recordó a Manthara las muchas virtudes que Rama poseía:

-Rama es e hijo mayor y merece ser rey. Además, está bien versado en el dharma, es cortés, honorable y respetuoso con sus mayores. Protegerá a sus hermanos y a sus criados como si fuera su padre durante su largo reinado. ¿Por qué te angustia tanto las noticias sobre su consagración? Bharata sucederá a Rama después de cien años y ocupará el trono que pertenece a sus antepasados. Manthara, es momento de celebración para todos nosotros, ya que nuestro bienestar futuro está garantizado. ¿Por qué te apenas? ¡Rama me trata con más respeto del que profesa a Kausalya!

Pero Manthara comenzaba a irritarse cada vez más por cada palabra que su reina, Kaikeyi le iba argumentando.

He venido a ayudarte, pero tú no me comprendes. ¡Me das una joya para celebrar la buena fortuna de tu rival! En cuanto Rama se afiance en el trono, no tengo ninguna duda de que desterrará o matará a Bharata. Incluso los seres inanimados desarrollan la cercanía y la simpatía mutuas como resultado de su proximidad física, pero tú enviaste a Bharata con la familia de tu hermano mientras aún era un niño. Lakshmana, el hijo de Sumitra, ha sido capaz de unirse a Rama. Esos dos hermanos son como los Asvin, y en todo el mundo se les conoce como un dúo. Rama nunca hará daño a Lakshmana, pero está claro que será hostil con Bharata.¡Que Rama a sea enviado al bosque! Estoy segura de que eso os beneficiaría a ti ya Bharata.(…) Tu hijo merece lo mejor y Rama es su enemigo natural.

Manthara le recordó a Kaikeyi que, además, era la favorita del rey, siendo Kausalya, la madre de Rama, una segundona y eso seguramente habría despertado la envidia y la ira en ella, por lo que se volvería hostil.

Manthara y Kaikeyi urden un plan

Cuando la sirvienta dejó de hablar, Kaikeyi ardía en cólera. Así que pidió a su sirvienta que urdieran un plan juntas para que Dasaratha cambiara de idea y exiliara a Rama. Ambas acordaron que Kaikeyi fingiría estar a disgusto y, siendo ella la favorita del rey, éste haría cualquier cosa por hacerla feliz; en ese momento en que Dasaratha se preocupara, le haría prometer cualquier cosa, de manera que no pudiera desasirse de su promesa, y así exigir el exilio de Rama y la coronación de su hijo.

Y tras la conversación, Kaikeyi solo tenía palabras de agradecimiento hacia su sirvienta, que prácticamente le había salvado la vida.

Así pues, buscaron una habitación oscura. Kaikeyi se arrojó al suelo, se mesó los cabellos y comenzó a gritar y a llorar para atraer la atención del rey Dasaratha.

Dasaratha recibe las nefastas noticias

Tras ordenar los preparativos de la coronación de Rama, Dasaratha se dirigió a sus aposentos, y en ellos encontró a Kaikeyi desconsolada. El rey, que estaba completamente enamorado de ella, se preocupó enseguida por su bienestar.

Ante esta situación, Kaikeyi aprovechó para hacerle prometer que haría cualquier cosa por ella. El rey sin dudarlo un segundo le prometió que así lo haría si con ello la sacaba de ese estado.

Fue en ese momento cuando Kaikeyi le exigió el destierro de Rama y la coronación de Bharata:

– Gran rey, me ofreciste dos favores hace mucho tiempo, hoy te pido que me sean concedidos. ¡Escucha mis palabras! ¡Que los preparativos para la consagración de Rama se utilicen para ungir a mi Bharata como tu sucesor! ¡Que Rama, con el cabello revuelto y con las bastas ropas de asceta, viva en el bosque de Dandaka durante catorce años! ¡Proclama a Bharata como tu heredero hoy! Quiero que Rama se marche al bosque sin mayor dilación.

Al oír estas palabras, Dasaratha se tambaleó.

“Maldita seas!!- gritó lleno de cólera, y luego perdió el sentido”.

Pero enseguida recobró la conciencia:

“Criatura perversa y desalmada!(…) ¿Cómo puedo rechazara mi hijo más querido? Puedo renunciar a Kausalya o a Sumitra o a mi reinado, incluso a mi vida, pero ?cómo puedo renunciar a Rama, que tanto me quiere? La mera mirada de Rama me hace feliz. Mi ánimo decae cuando no le veo (…)

Y el gran rey se echó a llorar como un hombre que lo ha perdido todo. Pero Kaikeyi lo tenía tan esclavizado que se echó a sus pies, pero ella lo apartó para que no pudiera tocarlos. Pero ya no había nada que hacer, pues el rey había dado su palabra.

Fue entonces cuando la reina mandó a llamar a Rama a través del sirviente Sumantra. Este lo encontró con Lakshmana, distraído en los preparativos de la consagración. El sirviente le solicitó para ir a ver a su padre y a Kaikeyi, advirtiéndole de que el rey se encontraba muy disgustado.

Rama es informado de su nuevo destino

“Cuando rama entendió que su padre estaba muy disgustado, sintió que el miedo le atenazaba el corazón, como si hubiera pisado una serpiente sin darse cuenta”.

Al llegar a su lado

“Rama percibió su infelicidad, y también su mente se tornó como el océano atormentado por la luna llena”.

Rama se encontraba muy preocupado por su padre, llegando a pensar que había hecho algo mal y que se encontraba enfadado con él. Kaikeyi, al serle imposible a Dasaratha articular palabra, le explicó a Rama qué había sucedido:

“-El rey no está enfadado ni molesto por nada, tiene algo en mente pero se resiste a contarlo. No soporta la idea de decirte algo desagradable porque te quiere demasiado, pero tendrás que cumplir lo que él me ha prometido.

Hace mucho tiempo, me honró al concederme un deseo. Y ahora, aunque es un rey, se arrepiente de su promesa como un hombre común. Intenta construir un dique cuando el río ya se ha desbordado. Rama la buena gente sabe que el dharma es la raíz de toda acción, debes asegurarte de que la ira del rey no le permita ignorar el dharma.

Y en ese momento, Kaikeyi pasó a contarle a Rama cuál era la promesa que su padre le había hecho, y qué le deparaba el futuro inmediato…

… Sin embargo, Rama, ante el nuevo destino que le deparaba, se mantuvo tranquilo y sereno…

Sus crueles y desagradables palabras eran como la muerte, pero no perturbaron a Rama en lo más mínimo.

Y de este modo, Rama respondió:

-Será como tú dices, viviré en el bosque como un asceta para que el rey cumpla su promesa, pero aún quiero saber por qué el rey no me saluda con el mismo júbilo de siempre. No te enfades conmigo, te lo diré de nuevo para reconfortarte, llevaré una vida de asceta en el bosque. ¿Cómo podría negarme a hacerlo cuando es mi padre quien lo pide? Sin embargo, hay una cosa que aún tortura mi corazón, ¿por qué no fue el propio rey quien me habló de esto? Yo mismo le habría dado con mucho gusto todo lo que tengo a mi hermano Bharata: Mi reino, mi saludo, mi esposa, todo lo que aprecio, incluso mi propia vida.

Debes convencer a mi padre de que haré esto sin un ápice de tristeza.

No hay dharma mayor que servir a nuestro propio padre y cumplir sus deseos

La pérdida de un reino no atenuaba su lustre real, igual que la oscuridad no puede destruir la fría luz de la luna que calma al mundo. Aunque Rama había renunciado al reino y había tomado la decisión de vivir en el bosque, su mente estaba en paz, como si trascendiera los límites del mundo.

Simbolismo y significado

Este pasaje de la Ramayana es uno de los más importantes y del cual más enseñanzas podemos extraer. Por eso, iremos desglosando cada parte para intentar extraer de cada una de ellas todo el contenido posible.

Manthara como pensamiento retorcido

Manthara no es un nombre casual. En sánscrito, Manthara significa “jorobada”, haciendo alusión a algo que es retorcido. Así pues, este personaje simboliza las palabras, los actos y los pensamientos que no son puros, claros y limpios, sino que están impregnados de la maldad, de la codicia, la envidia y, sobre todo, del mal pensar.

¿Alguna vez has encontrado a alguien que, sin motivo aparente, se acerca a ti a ponerte en sobre aviso acerca de otra persona? Seguramente que tu respuesta sea así. De hecho, hoy día lo vemos casi a diario en las noticias sobre política: unos nos alertan contra ese partido que va a intentar hacernos daño, los otros nos ponen en sobre aviso sobre las intenciones de su rival… Nos están alertando constantemente, y, mientras, tú estás en el ojo del huracán… pero parece que sus palabras incluso te convencen y entonces te enfadas y te dejas arrastrar.

Ves la realidad desde un prisma egocéntrico, medido solo con el rasero de la realidad que nosotros pensamos que sucede, pero que en muchas ocasiones nada tiene que ver con la verdadera realidad.

Si alguna vez alguien viene a hablarte mal de otra persona, pregúntate ¿acaso está bien hablar o pensar mal de alguien? ¿Estoy cambiando mi actitud hacia esa persona, cosa o situación de manera injustificada? Siendo sinceros, podremos encontrar fácil y claramente la respuesta. Observa que al final, escuchar las palabras dañinas de alguien, solo provoca sufrimiento y dolor, tanto en Kaikeyi, como en el resto de las personas.

Manthara como víctima de sus designios

Sin embargo, la sirvienta que tanto daño causa responde a lo que ella cree que es el bien. Su intención es la de proteger a su reina y a su hijo, pues ella los quiere a ambos por encima de todas las cosas. Sin embargo, su mente impura es incapaz de ver la bondad en los demás… Y, aun viéndola, es incapaz de reconocerla.

Quizás Manthara en algún momento hayas sido tú. ¿Alguna vez has empezado a darle vueltas a un asunto, a un hecho, a una persona que, sin motivo aparente, te hace pensar en todo lo malo o perverso que puede ser? ¿Cuántas veces hemos prejuzgado a personas o situaciones que, al verlo con una perspectiva más amplia nos hemos dado cuenta de que no son, en realidad, para tanto como lo habíamos imaginado?

Muchas veces somos nosotros -nuestros pensamientos- los peores enemigos y, sin querer, causamos un daño infinito, alejando la bondad, la paz y la armonía de nuestra vida. Tenemos miedo y ese miedo nos hace ver las cosas desde el prisma de la maldad… queremos salvarnos y para ello no importa el daño que causemos… pero, al final, somos simples víctimas de nosotros mismos.

Así pues, la próxima vez que veas en alguien la maldad, pregúntate, ¿Dónde está la maldad? ¿En esa persona o en los ojos de quien mira?

Kaikeyi: del placer sensual a la esclavitud de los sentidos

Kaikeyi es la otra gran protagonista de la historia. El rey Dasaratha siente una especial predilección por ella, pues ella es hermosa y satisface todos los placeres del rey. Siempre ha sido amable, jovial, dedicada… Provocando en Dasaratha una irresistible atracción… Sin embargo, esta misma atracción placentera se convierte en la perdición del rey.

Como decía Aristóteles, la virtud está en el justo medio.

Dasaratha se ha perdido en los brazos de Kaikeyi, y eso le ha llevado a no poder controlar sus impulsos, a necesitar de ella y a nublar su mente en busca de la aprobación de su esposa.

Esta parte de la historia nos muestra cómo cuando actuamos solo a través de los placeres sensoriales, nuestra razón se nubla completamente y lo que en un principio nos daba alegrías, se convierte en la peor de nuestras condenas.

Kaikeyi se transforma de la noche a la mañana en un ser cruel y despiadado, sin importarle nada los sentimientos de los demás, pues en ella priman sus propios deseos.

Este pasaje nos enseña que cuando somos esclavos de nuestros sentidos y de los placeres que obtenemos a través de ellos, nuestra mente se nubla y puede dar lugar a horribles experiencias y grandes pérdidas.

Dasaratha: los órganos de acción y los sentidos

Dasaratha simboliza los órganos de acción (karmendriyas) y los sentidos (jñamendriyas). Los órganos de acción son cinco, y suponen: Habla, prensión, movimiento, reproducción, eliminación… los sentidos son los conocidos: gusto, tacto, olfato, vista y oído… Dasaratha es el símbolo de todos ellos (los indriyas), en la historia es esa parte de nosotros que se mueve y se manifiesta a través de la información que recibe del exterior. Próximamente veremos que el rey fallecerá, simbolizando que hemos de dejar atrás nuestros sentidos para poder continuar buscando la luz en nosotros.

El peligro de las promesas

Volviendo a la historia de Kaikeyi y Dasaratha, vemos que el rey, en su dejarse influir por la sensualidad, sin conocer la terrible situación que le va a deparar el destino, decide por dos veces prometer algo que luego va a tener que cumplir, pero que será su propia perdición: la primera vez, cuando antaño Kaikeyi le cura de sus heridas en una guerra, le promete que cumplirá uno de sus deseos, la segunda vez, cuando le vuelve a prometer a Kaikeyi que cumplirá todo lo que le pida para que sea feliz.

El pasaje nos enseña cómo debemos cuidar nuestras palabras, nuestras promesas, pues cuando la damos, se genera el Dharma, de manera que debemos cumplir todo aquello que hemos prometido, pues, de no hacerlo, cada vez nos alejamos más de la Fuente y de nosotros mismos.

Tiene relación este hecho con uno de los Yamas del Yoga: Satya. Decir la verdad también significa que cuando prometemos algo, cuando damos nuestra palabra, debemos mantenerla aun viniendo a nosotros la adversidad.

Rama, que es conocedor de ello, acepta la promesa porque sabe que lo más importante es cumplir con el Dharma, para así estar en consonancia con la existencia, y llegar hacia la Luz y la superación de los obstáculos.

Así pues, ten cuidado con lo que prometes. Cuida tus palabras y tus promesas. No significa esto que no nos comprometamos nunca, pero sí entender que cuando lo hacemos, debemos de mantener lo prometido.

La actitud de Rama

Rama iba a ser consagrado rey de Ayodhya, todo se preparaba -incluso él mismo- para el relevo y que fuera coronado como tal…. Sin embargo, el destino decide que de tenerlo todo será expulsado al bosque llevando como única posesión un taparrabos. De convertirse en un rey, pasa a convertirse en un mendigo. Y, sin embargo, él acepta en actitud de contento el nuevo destino que le depara la vida. No ha hecho nada, es inocente, ni siquiera prometió nada a su padre y, no obstante, sigue manteniendo la actitud tranquila y calmada… Su única preocupación es que su padre no sufra.

Rama, de ese modo, reencarna en sí mismo los principios del Dharma, el destino que cada uno de nosotros tiene prefijado en su vida, y, por tanto, dejarse fluir con la existencia (Ishwara Pranidana).

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