Al morir Dasaratha, Bharata decide ir en busca de Rama para hacerle una propuesta: será él quien se marche al exilio para cumplir la promesa de su padre y como penitencia por las acciones de su madre para que él, Rama, pueda volver al lugar que le corresponde: el trono de Ayodhya.
Con su ejército, Bharata emprende la marcha hasta llegar a la ermita del sabio Bharadvaja, al cual le pregunta por Rama y le explica cuál es su intención. Este le indica dónde se encuentran Sita, Lakshmana y Rama, y al día siguiente, Bharata va a su encuentro.
Bharata tuvo que forzar la vista para poder ver a Rama en la penumbra, sentado en una esquina, con los mechones del enmarañado cabello amontonados sobre la cabeza. El señor de toda la tierra, que siempre había caminado por el sendero de los justos, estaba sentado sobre la piel de un antílope negro, sus brazos y sus hombros eran como los del león y sus ojos tan hermosos como las flores de loto. Ahí sentado, sobre la hierba darbha, flanqueado por Lakshmana y Sita, rama parecía el eterno Brahma.
Al encontrare con Rama, Bharata cae a sus pies y le explica todo lo que ha sucedido hasta entonces: la muerte de su padre, y los propósitos que él tiene: cumplir la promesa de su padre para que Rama pueda volver al lugar que le corresponde.
Sin embargo, Rama se niega por completo. A pesar de los ruegos de su hermano y de los demás sabios, Rama ha tomado la firme decisión de cumplir con su dharma y honrar así la memoria y la promesa de su padre.
Bharata, ningún hombre puede hacer exactamente lo que quiere, pues no es su propio amo. Su destino lo lleva de un lado a otro (..) así como una fruta madura no tiene nada que temer excepto caer, el hombre no debe temer sino a la muerte.
Por más que Bharata rogó y suplicó, el resuelto Rama había tomado un decisión: pensaba acatar los deseos de su padre. La gente admiraba la determinación de Rama, los hacía sentirse tristes y dichosos a un tiempo, tristes porque no volvería a Ayodhya, pero dichosos por la firmeza que mostraban.
Bharata, desalientado, decide pedirle las sandalias doradas a su hermano, que ha decidido colocar en el trono, como símbolo del verdadero rey de Ayodhya, mientras que él, a pesar de gobernar el reino, lo hará desde otra ciudad y vestido como un asceta, cumpliendo con sus debidas penitencias.
Contento por la decisión, Rama, antes de que su querido hermano parta, le ofrece algunos consejos sobre cómo ser un buen gobernante:
Espero que no duermas mucho, que despiertes a la hora apropiada y que pases las primeras horas de la mañana pensando en la manera de lograr tus objetivos.
No sigas los consejos de un solo hombre ni de muchos, y asegúrate de que tus pensamientos más secretos nos e difundan por todo el reino. ¿actúas rápidamente y sin demora para que puedas alcanzar con medios sencillos tus metas? ¿Los reyes que te rinden tributo conocen tus planes sólo cuando estos ya se han puesto en marcha, o se enteran de ellos durante el proceso? Nadie debe conocer el proceso de tus deliberaciones a menos que hayas decidido confiárselo a otra persona.
Elige a un hombre inteligente y culto como tu consejero en lugar de mil hombres tontos, pues el culto puede hacer mucho bien alcanzar todos tus propósitos. Mil hombres tontos no pueden hacer nada por un rey, pero un consejero intrépido, inteligente, hábil y observador puede traerle grandes glorias.
Dale a los mejores de tus sirvientes las tareas más importantes, a los sirvientes mediocres las tareas menos importantes, y a los de menor rango el trabajo más ínfimo (…), evita los defectos que estropean la personalidad de un gran rey, incluyendo el ateísmo, la hipocresía, la cólera, el libertinaje, la desidia.
Simbología y significado
Si recuerdas al principio de la historia, los dioses impelan a Vishnu para que baje a la tierra a ayudar a los humanos ante el terrible demonio Ravana. Vishnu decide encarnarse a través de los hijos de Dasaratha, por lo que todos ellos, en su esencia, responden a la misma divinidad. Así pues, hablamos de Rama, de Lakshmana, de Bharata y de Shatrugna, pero realmente todos son el avatar de Vishnu. Así pues, Rama y Bharata, y los demás, forman parte de una misma realidad.
Cuando leemos esta parte de la historia, nos damos cuenta de que hemos de concebir a cada personaje como un aspecto del ser. De nuestro ser. Y es aquí donde percibimos el sentido simbólico de los episodios: cuando iniciamos un camino hacia nuestra búsqueda interior, una parte de nosotros -Rama- se adentra en lo desconocido, en el bosque (que simboliza ese mundo que no se conoce); sin embargo, esto solo es posible si otra parte de nosotros -Bharata- se encarga de lo “mundano” de lo cotidiano del día a día.
¿Qué pasaría si esto no sucediera así? Que nuestro buscador interno no tendría ningún sitio al que volver. El papel de Bharata es imprescindible para que Rama pueda cumplir su destino, pues si él no se encarga del gobierno de la ciudad de Ayodhya, Rama no tendrá dónde volver.
Significa esto que cuando iniciamos una búsqueda espiritual, hemos de darle gran importancia a no desatender nuestras actividades cotidianas que nos ayuden a establecer un orden en la vida real: trabajar, alimentarse, vestir, sociabilizar, realizar las pequeñas gestiones del día a día… Sin embargo, siempre teniendo presente que esta realidad queda a la espera de que nuestro Ser llegue algun día a ocupar su verdadero asiento (he aquí la Emancipación): el reino de nuestra alma, y es por eso que Bharata se lleva las sandalias doradas de Rama, para no olvidar quién es el verdadero rey de Ayodhya.