Es sorprendente que en pleno siglo XXI en Occidente, cuna de movimientos sociales como el feminismo (del que estamos viviendo un gran resurgimiento), con los avances y estudios científicos que existen, con la superación de ideas que respondían a la superstición y al desconocimiento, todavía prácticamente la gran mayoría de instructores e instructoras de yoga sigan aconsejándonos a las mujeres que evitemos realizar determinadas posturas (las inversiones) porque podemos correr el riesgo de que nuestra menstruación sufra una especie de retroceso -o algo así- y que se quede en los confines de nuestro organismo y que no vuelva a salir jamás de ahí.
Y eso que no nos hace falta ser grandes científicos o estudiosos de la materia para darnos cuenta de que la puerta de entrada del yoga en occidente está siendo llevada a cabo por las mujeres. Solo tienes que acudir a una clase de yoga y mirar a tu alrededor: el 70% u 80% (y en muchas ocasiones, el 100%) de los asistentes son mujeres.
Pero, aún así, seguimos repitiendo viejos mantras, afirmaciones, aseveraciones que proceden del desconocimiento, de las supersticiones, del sexismo, de la visión patriarcal y machista del mundo y que no tienen ninguna solidez, consistencia, ni base científica (ni yóguica, como explicaré más adelante), ni tan siquiera empírica (puesto que las propias mujeres -yo misma, durante mucho tiempo- lo repetimos automáticamente sin habernos preocupado de comprobar si es cierto o no).
Las posturas invertidas y la Menstruación
Lo confieso, yo también fui uno de ellos. No me eximo de culpa. Yo también durante mucho tiempo he repetido y compartido el consejo y la creencia de que con la regla no se debía adoptar posiciones invertidas.
Cuando era alumna y estaba en clase, me veía limitada a realizar stambasana mientras que casi todas las mujeres a mi alrededor se encontraban disfrutando de su Salamba Sarvangasana. Y yo ahí, con las manos debajo de los glúteos aguantando la dichosa posturita y lamentando no poder subir el culo para arriba y alzarme aunque fuera en una Viparita Karani Mudra. ¿El motivo? Que estaba con la regla y si tenía la osadía de colocar mi cuerpo en posición invertida, la regla se me revertiría, volvería a caer dentro de mi útero y ovarios, el apana vayu (luego hablaré de él) se volvería tarumba y significaría el acabóse menstrual para mí: dolores, sufrimiento, contranatura se cernirían sobre mi cabeza y me augurarían horas de mucho dolor y sufrimiento. Que bueno, aunque así leído te resulte exagerado, viene a ser lo que te dicen hoy día.
Pero lo gracioso del asunto es que cuando comencé a dedicarme a enseñar yoga y seguía practicando todas las posturas con independencia de mi menstruación, seguía viviéndolo con un temor increíble. Claro, si eres profesora ya es otra historia. Más aún si te ganas la vida con esto. No puedes cortar tus clases porque te has puesto con la regla. Y si has de ensayar una secuencia, no puedes limitarte porque tengas la regla: conclusión, hay que asumir las consecuencias y practicar yoga con o sin regla.
En esos días que me ponía con la regla y por ejemplo debía trabajar con Sirsasana, parecía que estaba cometiendo un sacrilegio. Un acto tremendo de irresponsabilidad contra mi cuerpo y contra mí. Y eso que en la mayoría de las ocasiones, una práctica intensa me aliviaba muchísimo todo el malestar que sentía ocasionado por la regla. Pero qué va, ahí estaba la dichosa recomendación y me pasaba la tarde pensando “verás que la he liado y del sofá no me levanto por los dolores”.
Sí, señoras y señores, yo también he pecado de repetir las mismas frases, de hacerle más caso a los consejos de otros que a mi propio cuerpo. Sin embargo, por suerte, comenzo a llegar a mis manos diferentes puntos de vista de los conocido hasta entonces.
Con el tiempo, con la información y con mi propia experiencia, me di cuenta de que realmente había estado temiendo y aconsejando algo que no tenía ninguna base científica, ninguna solidez (ni siquiera desde el punto de vista yóguico, y ahora os explico el por qué). De hecho, sucedía justo al contrario: los estudios científicos demostraban que no había ninguna relación entre las invertidas y problemas con el flujo menstrual.
Los estudios del ciclo menstrual en gravedad cero
Desde que el hombre pisó la luna, se han ido realizando muchos estudios acerca de cómo afectaría la ingravidez al organismo humano. Y, entre otras cosas, cómo nos afectaría a las mujeres. Es gracioso leer algunos de los primeros estudios en los que científicos como trinquetes se hacían las mismas preguntas y llegaban a las mismas conclusiones que los maestros de yoga: que si la regla se revertiría, que si ocasionaría graves problemas a las mujeres, que si no serían capaces de hacer sus actividades normales y quedarían impedidas… Todo esto, claro está, sin preguntar a las mujeres o comprobarlo de algún modo: meras elucubraciones que daban por ciertas. Como si todas estuviéramos cortadas por el mismo patrón.
En el artículo “What Happens if You Get Your Period in Outer Space?” , Arielle Pardes nos cuenta que uno de los primeros estudios que se llevaron a cabo sobre la capacidad física de las mujeres para estar en el espacio arrojó un resultado claro: el 64% de mujeres presentaron una capacidad física más óptima para estar en el espacio, mientras que los hombres lo superaron en un 56%. Todo esto incluyendo, además, para las mujeres, una revisión ginecológica. Sin embargo, puede que también esas conclusiones respondieran al sexismo aún muy vigente en esos años (sobre 1965), pues incluso surgieron cuestiones entre los científicos sobre cuántos tampones serían necesarios para una mujer e incluso incluyeron en el kit espacial para mujeres, productos para maquillarse y estar guapas -que nunca se sabe cuándo se te puede cruzar un apuesto selenita-.
Aunque algunas mujeres astronautas han optado por reprimir su ciclo menstrual y olvidarse de estas cuestiones, otras no han querido renunciar a su ciclo y gracias a ellas, podemos saber qué sucede entre menstruación y gravedad: nada. Como lo lees. No existe ninguna relación significativa que demuestre que una situación de ingravidez afecte especialmente a la menstruación de las mujeres.
El temor de la endometriosis
Uno de los temores que los científicos tenían era que en caso de gravedad cero, la menstruación sufriera un retroceso, y se acumulara en el abdomen (como sucede en caso de endometriosis), y que pudiera perjudicar a nuestro sistema. Sin embargo, se pudo comprobar que no había ninguna evidencia de que en el espacio pudiera suceder con más incidencia que en el suelo, en la Tierra. Así pues, no existía ninguna relación entre problemas de flujo e ingravidez.
Uno de los últimos maestros yóguicos que, por suerte, se ha hecho eco de estas cuestiones y que se ha amparado también en estos estudios ha sido Mark Stephens en su obra Secuencias de Yoga y que dedica un apartado (no muy extenso, pero sí con muchas referencias a estudios científicos) al ciclo menstrual de la mujer, nos dice:
Tal y como confirman los estudios de la división Médica de la NASA sobre mujeres en entorno de gravedad cero, la ciencia médica en su conjunto ha establecido que la expulsión del flujo menstrual viene causada por la presión intrauterina e intravaginal, y por la acción persitáltica de los músculos, que no se ven afectados de manera apreciable por la gravedad. Por eso, las hembras de otras especies que caminan a cuatro patas no tienen problemas para desarrollar un ciclo menstrual saludable a pesar de no tener una alineación vertical con la gravedad, y este es el motivo de que el flujo de una mujer que está menstruando fluirá normalmente tanto acostada sobre el vientre como sobre la espalda, a pesar de que el útero y la vagina se encuentren en relación opuesta a la gravedad.
La tradición india y los ciclos de la mujer
Y es que la situación tampoco varía mucho si cambiamos de perspectiva y ahora nos centramos en las conclusiones que los maestros de yoga han transmitido acerca de las mujeres y de nuestras capacidades o no.
Como apuntaba un poco más arriba, todo esto corresponde a la falta de conocimiento del cuerpo femenino, de nuestros ciclos, y a dar por sentado teorías e hipótesis sin ni siquiera preguntarnos a nosotras. Y nosotras, en un acto de absoluta irresponsabilidad sobre nuestro propio organismo, decidimos aceptar lo que nos dijeron esos primeros hombres y vamos con la retahíla de lo que podemos o no podemos hacer.
Hasta el siglo XX, la mayoría de los textos sobre la práctica de yoga iban dirigido principalmente a los hombres. No existía ninguna necesidad de pensar en cosas como la regla y lo que sucedía al respecto. Y como viene pasando desde hace siglos, todo aquello que ha afectado a la mujer se ha basado en meras especulaciones.
Pero lo más alarmante -al menos para mí- es esa aceptación de nosotras mismas de todos esos argumentos que nos han ido dando para negarnos una práctica durante nuestro ciclo menstrual, para considerarnos impuras por tener la regla. Cosa inexplicable, ya que la impureza viene, entre otras cosas, porque tu cuerpo reacciona ante un “desecho” (al igual que son desechos la orina o las heces y nadie nos dice que si hacemos de vientre u orinamos no podemos ser yoguis/yoguinis, pero no quiero ponerme escatológica ahora).
La teoría del apana
Una de las excusas de las que nos hablan es el tema de los vayus (vientos) que circulan en nuestro organismo (en este artículo puedes obtener información al respecto). Grosso modo, la anatomía yóguica nos habla de cinco vayus (vientos o corrientes que circulan por nuestro pranayama kosha y que permiten que fluya el prana a través de nosotros) de los cuales, dos son los principales: Prana Vayu y Apana Vayu.
Prana vayu es el viento que circula hacia arriba y es el que permite que el organismo “reciba” energía. Por ejemplo, ingerir alimentos, respirar, (actividades de absorción) serían realizados a través de este Vayu.
Apana vayu es el viento que circula hacia abajo (del ombligo hasta el suelo pélvico) y se encargaría de las funciones relacionadas con la expulsión (excreción, eyaculación, menstruación). Es decir, todo aquello que “sale” de nosotros.
Entonces, nuestra menstruación estaría regida por el apana vayu. Y, según las elucubraciones de los maestros, al realizar una postura invertida, estamos yendo en contra de dicho vayu, de dicho viento, por lo que no es posible realizar invertidas. Sin embargo, no se hace especial hincapié en cuanto a intestinos y vejiga. Te recomiendan que hayas ido al baño y que hayas orinado antes de realizar tu práctica, pero tampoco pasa nada si padeces estreñimiento, por ejemplo, o no consigues evacuar bien. Es más, incluso se recomiendan las posiciones invertidas para estos casos, ya que “mueve” los órganos pélvicos y los ayuda a ser estimulados.
Y si esto pasa con un caso de estreñimiento, ¿por qué no con un caso como el de la menstruación? Y puede que haya respuesta para ello.
La menstruación, esa gran desconocida…
La menstruación, esa gran desconocida… Y es que una de las ideas que se tienen acerca de nuestra menstruación es que, de repente, te pones de pie y menstrúas. Es decir, que si expulsamos la sangre es porque la fuerza de gravedad ejerce una tracción en nuestro útero y la sangre sale (de ahí también que se viva un retroceso menstrual por hacer una inversión). Y ahora es el momento en el que piensas un poco y dices: “Pero vamos a ver, si se supone que la fuerza de la gravedad incide en la salida de nuestra menstruación, por lo que la postura de inversión nos afecta directamente (ya que impediría la expulsión) en nuestro flujo, creando un movimiento contrario del mismo e impidiendo su salida… Entonces… ¡¿Qué pasa con todas las hembras de la naturaleza que caminan a cuatro patas?! ¡¿No menstrúan?!”

¡Sorpresa! Sí que menstrúan a pesar de la posición de sus órganos pélvicos. Este simple hecho nos debería tranquilizar respecto a la postura de nuestro cuerpo y la menstruación, y es que a nuestros órganos y músculos no les hace falta para nada la gravedad para conseguir expulsar el flujo menstrual.
El funcionamiento del útero
La sangre es expulsada debido a la presión intravaginal e intrauterinona y a la acción peristáltica de los músculos uterinos. Como cuando pares, vamos. Es decir, tiene el mismo funcionamiento que nuestro intestino a la hora de expulsar las heces: movimientos peristálticos. De hecho, muchos de los dolores que sufrimos en la menstruación se deben a la acción de esos movimientos.
Como nos cita Mark Stephens en su libro Secuencias de Yoga
Intenta tragar un sorbo de agua haciendo Adho Mukha Svanasana o Sirsasana ¿el agua se queda en la boca, inunda los senos nasales o pasa por la garganta y llega al estómago?
Lo más probable es que llegue a tu estómago (y eso sí, que la sensación sea súper incómoda y muy desagradable… Así que tampoco hace falta que lo compruebes).
Por lo tanto, en nada tiene que ver la fuerza de la gravedad con la expulsión del flujo menstrual. Tenemos mecanismos suficientes para que nuestra sangre sea expulsada sin que la gravedad sea el elemento principal para ello.
¿Es bueno el yoga para la menstruación?
Si tu periodo menstrual es normal, no tienes por qué tener ningún problema para practicar tu sesión de yoga como hasta el momento, sin temor a que pueda pasarte algo muy loco como que la sangre se vaya para adentro y no vuelva a caer nunca más.
Sin embargo, vistos los estudios, y amparándonos en los “temores” de los científicos (casos de posible endometriosis, es decir, que la sangre pase a la cavidad abdominal) si presentas alguna dolencia o patología como la citada endometriosis o algo similar, consulta siempre con tu médico y sé precavida. Sí que te recomendaría que, en ese caso, hasta no estar segura, no realizaras posturas invertidas.
Por último, recuerda: TU CUERPO, TUS NORMAS
Ahora podría surgir la pregunta de “Entonces, ¿he de seguir con la misma intensidad y las mismas técnicas en mi práctica de yoga durante la regla?” Y aquí te diría: “Depende de ti”.
Muchas mujeres, cuando estamos con la regla, nos encontramos pesadas, hinchadas, nos duele el abdomen, la cabeza, algunas presentan vómitos, problemas digestivos, necesidad de ir al baño más veces… En fin, una serie de síntomas que pueda que hagan que necesites una práctica más suave y restaurativa. Si es lo que sientes que necesitas, ¡haz esa práctica! Pero si estás bien, si no tienes mayor inconveniente que simplemente menstruar, o quizás te pase todo eso pero veas que puedes llevar una práctica agradable para ti, ¡hazla!
¡Sé tú quien decide! Nadie puede decidir por nosotras. Nadie puede decirnos por un fenómeno fisiológico natural “tú puedes hacer esto / tú no puedes hacer esto”. A no ser que sea por criterio médico, por supuesto.
Observa que todas estas recomendaciones y prohibiciones sigue partiendo de un sistema patriarcal donde se elucubra siempre sobre el papel y el cuerpo de la mujer sin contar precisamente con la mujer. Ninguna de nosotras somos iguales. Podemos dar alguna pauta en general, pero ninguna normal.
Si eres profesora de yoga, seguramente habrás tenido que hacer sesiones con las molestias de la regla (más aún si el yoga es tu fuente principal de ingresos. Las autónomas no nos enfermamos nunca) y no sé tú, pero en mi caso, la mayoría de las ocasiones que comienzo la sesión con las incomodidades de la regla (a veces tan acusadas que me he planteado incluso tener que suspender la clase), a medida que iba adentrándome en la sesión y en la práctica ¡notaba una gran mejoría! Y terminaba la clase sintiéndome mucho mejor: menos hinchada, más animada, con más energía.
Así pues, te invito a que seas RESPONSABLE de tu propio cuerpo, A que seas tú quien decida si un proceso fisiológico natural te limita o no. Pero que no decidan más por nosotras.
En definitiva, Que NADIE te diga lo que puedes hacer o no hacer con tu cuerpo solo porque seas mujer u hombre.
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